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Fin de exilio

  • Foto del escritor: Emilio Toledo M.
    Emilio Toledo M.
  • 6 abr
  • 3 Min. de lectura



En unas horas volveré a dirigir cine… ni siquiera he tenido tiempo para asimilarlo, después de 3 años haciendo cine, respirando cine, aprendiendo y poniéndolo en práctica hubo una interrupción que duró 12 años en que no volví a estar en un set o locación. Hasta ahora, hasta hoy. Pero esos años no fueron en vano, en medio de todo escribí guiones, dibujé storyboards, levanté proyectos que están pendientes de realizarse o se cayeron, y mi cinefilia nunca menguó, al contrario, el cine es como una adicción incurable, por más que lo dejes necesitas más dosis.


Pero crearlo es otra cosa. Haber estado tanto tiempo sin grabar fue como estar exiliado en otro país. Por diferentes circunstancias, la mayoría ajenas al oficio, me fue impedido seguir con ello. Alrededor del cine, la vida es la montaña rusa de emociones, problemas, pendientes por resolver que suele ser, la monotonía, las búsquedas inútiles en las que a veces uno se pierde por no encontrar nada mejor, las idas y vueltas, las alegrías cotidianas también, las batallas que todos tenemos, y en medio de todo eso siempre ha estado la luz del cine, el sueño de hacer cine, al final del camino, todas esas historias que están en mi cabeza, todo eso que he querido decir, el mundo se cae a pedazos, la confusión reina, las apariencias son la ley de hoy y siempre, sólo cambian de formato, de tecnología por la que esté de moda, pero el cine es otra cosa, es una puerta a otro mundo.


Objetivamente pienso que las artes visuales (pintura, escultura, etc.) y sobre todo la música son las artes superiores, tienen más historia que ninguna otra, la música nada se le compara a su impacto y belleza, le siguen la literatura y el teatro, y el cine aparecería después en esa jerarquía, es tan nuevo a comparación de las otras expresiones en la historia humana.


Pero, en lo que concierne a mí, el cine es el arte supremo. También me ha costado perderle el respeto, o que ese respeto no me inmovilizara. Hasta que entendí que yo soy el cine, yo soy las historias y las imágenes que ahí aparecen. Yo soy las películas que estoy creando y soy también las películas que me cambiaron la vida, que me dieron el combustible y la emoción y las ideas que me convirtieron en la persona que soy. Mi sentido de la moralidad está basado en El Padrino, Gatsby y Gattaca, por decir algo. Mi filosofía de la existencia es una combinación de las historias de Fellini y Truffaut. Fue Truffaut el que dijo que el cine es mejor que la vida. Para algunos la vida es mejor que cualquier cosa, y qué bueno, es lo que debería de ser. Pero para otros, para quienes nos hemos interrogado por la realidad, y esa interrogante nos ha separado por un momento de la convención social, o para quienes nunca la vida llega a ser aquello que imaginamos, porque nuestra imaginación tuvo esos destellos y esos giros épicos que la vida, menos emocionante, no tuvo, para nosotros que el peso de una búsqueda casi existencial nos marcó la piel, una búsqueda que en lo personal me hizo dejar una ciudad por otra, me hizo renunciar a certezas que hubieran hecho de mi vida un guión más confortable, que me llevó a ver rostros, escuchar voces, encontrar seres que querían ser escuchados, y todo ello se volvería eventualmente mi cine, para nosotros, así lo dijo Truffaut quien me salvó tantas veces con sus películas como si fueran una mano al auxilio, para nosotros el cine es mejor que la vida.


El cine es todo, contiene a la música y a las artes visuales y a la actuación y al vestuario, etcétera, no deja a nada, a nadie fuera. Es la fogata alrededor de la cual nos seguimos reuniendo para recordar, en medio de tanto ruido, de tanta cosa, que hay algunas verdades esenciales que deberíamos seguir buscando.


En unas horas volveré a hacer cine, terminará este largo exilio y volveré a casa.


Emilio Toledo Moguel

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