top of page

Carta a María Bustos Zumaya

  • Foto del escritor: Emilio Toledo M.
    Emilio Toledo M.
  • 13 sept
  • 2 Min. de lectura

María:


Pasa que cualquier palabra va a sonar como sobrada. Nunca fuimos perfectos ni quisimos serlo. Nos gustaba platicar.


Fuimos al cine tantas veces. Sólo por enumerar algunas películas que vimos en la gran pantalla: Once upon a time in hollywood (amaste al personaje de Margot Robbie), Broker (la coreana), Midsommar (la aguantaste más que yo, que me tapé los ojos la última media hora, y desde entonces nos volvimos fans de Ari Aster), aquellos cortos de animación del FICM, El faro, El niño y la garza… y tantas más. También fuimos a ver El roomie, una buena comedia, entretenida. O Triangle of sadness… nos reímos mucho. Y podíamos ver y hablar lo mismo de cine de arte y literatura y de exposiciones a las que íbamos y de historia y política que de La casa de los famosos o Masterchef o alguna serie o peli dominguera. Por suerte nunca fuimos tan pretenciosos ni esnobs como para perdernos de nada.


Compartíamos ciertos principios, que aún intento entender cuáles eran, y sobre todo el sentido del humor que en mi caso es más sarcástico y en el tuyo mucho más ácido que el mío. Nunca concediste nada. Incluso, al momento de escribir esto, pienso qué me dejarías decir y qué no. Iba a decir que el mundo te quedó chico, no estaba hecho para un mundo tan grande y profundo como el tuyo, pero sé que no me lo permitirías. Nunca te hiciste la víctima de nada y de hecho hiciste tuyo este mundo, a tu manera, y lo disfrutaste, aunque a veces te mofaras con cinismo de él, o te evadieras en tus libros, en tus ficciones y tus gustos. Elegiste tu lugar, renunciado a privilegios a los que pudiste acceder con tal de no renunciar a ti misma, en un mundo que es una especie de teatro a veces divertido, a veces ridículo o aburrido, pero donde la gente interpreta papeles sin saberlo, se pone máscaras que tú nunca te pusiste. Y siempre lo supiste mejor que yo.


Tal vez lo que nunca supiste es que hubo algunos días en que me hiciste sentir menos solo, más acompañado, y en que tu amistad me salvó. María, sé que no me vas a dejar lamentarme, ni sufrir por ti. No me vas a dejar que deje de vivir porque por ahora ya no podamos ir al cine o al café. No me vas a dejar ser víctima ni que renuncie al sueño que siempre compartimos de crear, de vivir muy a nuestra manera. No me vas a dejar que deje de soñar.


No me vas a dejar.


Emilio.


ree

Ilustración de María Conejo

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page