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Las manchas del huachicol

  • Foto del escritor: Párpado Editorial
    Párpado Editorial
  • 19 sept
  • 4 Min. de lectura

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¿Cómo se financian las campañas políticas en México?, ¿y qué porcentaje de estas viene del dinero del crimen organizado?, ¿es el financiamiento y el que accede a estos recursos de manera lícita e ilícita el único que puede estar en condiciones de disputar el poder?


Los recientes escándalos del llamado “huachicol fiscal” y de altos funcionarios de gobiernos de Morena enrarecen la vida pública de México, marcada, por un lado, por cierta teatralidad o performance del “vamos bien y vamos a ir mejor” de la presidenta Sheinbaum y, por otro, de enormes desfalcos al erario y escándalos de corrupción en la era Obrador/Sheinbaum incluso por montos más elevados que en sexenios pasados (cuya corrupción ya era inmensa).


El caso de corrupción de Segalmex (Seguridad Alimentaria Mexicana, organismo descentralizado, sectorizado a la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural) con un desfalco al erario de 15 mil millones de pesos; el caso del gobierno del morenista Rocha Moya en Sinaloa con un desfalco de 3 mil 100 millones de pesos, investigado por Victor Hugo Arteaga, Premio Nacional de Periodismo; el caso de Hernán Bermúdez, secretario de seguridad del entonces gobernador de Tabasco Adán Augusto (secretario de Gobernación con Obrador y coordinador de la campaña de Sheinbaum), que lideró directamente una organización criminal; el caso Scherer; o el caso de la red del tráfico de combustibles conocida como huachicol fiscal vinculada lo mismo a empresarios, políticos, autoridades que a cárteles de la droga, parecen sumarse a una historia donde la corrupción no es la excepción sino el sistema mismo en que opera la clase política en México.


Obrador agudizó el tema del huachicol fiscal al militarizar aduanas y puertos; paradójicamente su intención declarada era frenar la corrupción y ocasionó lo contrario. Sheinbaum, presionada por Washington, y la Fiscalía han ordenado la investigación y sanción de múltiples funcionarios ligados a esta trama, pero aún no se esclarece si lo va a hacer cuando toque a los intereses de su partido. También el origen del financiamiento de las campañas que la encumbraron a la presidencia y a otros de sus aliados en gobiernos, congresos y demás posiciones, está en entredicho.


Desde el llamado caso que se volvió público en 2021 de Sergio Carmona, llamado el “Rey del huachicol”, y su hermano, quienes financiaron campañas de al menos nueve gobernadores morenistas y de Obrador en 2018, de acuerdo a la periodista de investigación Anabel Hernández (Infobae) y a investigaciones en curso en Estados Unidos, hasta las recientes indagatorias que involucran a la Marina, empresas, autoridades y operadores políticos, se vuelve a comprobar esta tesis en que, más que una democracia, lo que se tiene es un sistema para votar y elegir a quien más dinero tenga -como sea- para aceitar sus maquinarias electorales y su visibilidad en el marketing.


Como explica el periodista Ricardo Ravelo, “ahorita se está investigando a la Marina, a toda la red protectora, pero ¿quiénes fueron los políticos que recibieron financiamiento de los Carmona? Hay una lista enorme que se menciona públicamente, pero no conocemos investigaciones concretas, carpetas abiertas contra personajes que públicamente han sido señalados de haber recibido financiamiento y, entre otros, puedo mencionar, que esto ya ha sido público, financiamientos para Américo Villarreal, el actual gobernador de Tamaulipas, para Rubén Rocha Moya, porque Américo era el coordinador de su campaña y era el que traía el enlace directo con los Carmona, y ahí podemos añadir alcaldes, diputados, senadores, es decir, si la Fiscalía quiere llegar al fondo pues tendrían que lleva a cabo una investigación para procesar a buena parte de lo que hoy se conoce como la clase política ligada al crimen y vinculada a Morena.” (Aristegui Noticias).


La corrupción es el gran obstáculo en México de una generación y otra. La variante, ahora, es que ha resurgido una especie de purismo del partido gobernante, de destrucción de cualquier forma de crítica y autocrítica por anteponer unos ideales aunque estén vacíos de real contenido, que ciertamente ha tenido popularidad con la autollamada 4T. Esto ha permeado en una sociedad que ha sido secuestrada desde hace dos décadas por la inseguridad, el narco, la extorsión, con un número de homicidios y desaparecidos, feminicidios y ataques a la prensa similares a los de un país en guerra, y que continúa presa de sus inmensas contradicciones y polaridades sociales, y cuyo signo, entre otros, es una profunda orfandad. Este purismo e idolatría por el líder carismático parece encubrirlo todo, en una suerte del fin justifica los medios, parecido al discurso político del PRI que emergió de la Revolución mexicana, con la misma aura de pureza intocable a que se alude hoy con argumentos demagógicos y emotivos propia de los discursos de quienes acceden al poder con un discurso que desarticula un orden preexistente (aunque en los hechos todo siga más o menos igual). Pero, ¿a qué costo?


Cuando, en la obra de Shakespeare, Lady Macbeth intenta ignorar el crimen que ha cometido y borrar toda culpa, pero las manchas de sangre no se van de sus manos, exclama: “Fuera, maldita mancha”. La cantaleta del poder de todos los días, desde hace siete años, pero en realidad, desde mucho tiempo atrás, parece querer borrar las manchas que en sus manos lleva.


Pero no se van.


Editorial Párpado


(Imagen: Párpado/IA)



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